“Comenté con mi hijo de 18 años que sería bueno que fuera a terapia para sobrellevar mi divorcio. Él tuvo un notable cambio y pasó de la rebeldía y la rabia a ser comprensivo y actuar sin influencia de los conflictos entre su padre y yo.”

Lo que más me gusta de acompañar adolescentes es la rapidez con que descubren un patrón de conducta y deciden transformarlo. Están tan ávidos de descubrir cosas nuevas que para ellos el cambio no es un factor tan estresante como para los adultos.


“Cuando descubrí que mi pareja me era infiel mi mundo se vino abajo. De la noche a la mañana perdí todo aquello en lo que sustentaba mi seguridad. No sabía quién era ni qué sería de mi.”

Una ruptura de pareja es un duelo y como tal pasa por etapas de negación, ira, frustración y tristeza. Es fácil cruzar esta línea y caer en la depresión. Un acompañamiento terapeútico ayuda a construir o reconstruir la autoestima y salir fortalecido de las situaciones más difíciles, sin negar el dolor que las envuelve.


“Tengo 40 años y sufrí un ataque de pánico. El doctor me envió a terapia y una amiga me recomendó probar el trabajo corporal. Me sorprendió darme cuenta que mi vida, que yo consideraba perfecta, estaba vacía y quise saber cómo llenarla”.

La llamada “crisis del sentido” llega un buen día sin avisar. Aparentemente todo está bien y somos funcionales pero sentimos que nos falta algo, que hemos vivido mecánicamente y es hora de disfrutar más. Descubrir y sostener estados de gozo y plenitud nos resulta difícil si no estamos acostumbrados. La existencia no es sólo el hecho de estar vivo, sino la cualidad y calidad con que lo hacemos.


“Mis amigos creen que estoy loco porque voy a terapia a mis 20 años, dicen que es aburrido, pero la verdad a mi me gusta este espacio donde cuento mis problemas sin que me juzguen o sin miedo a lastimar. Me ayuda a conocerme más, saber lo que quiero y llevarme mejor con mi familia.”

Siempre he dicho que mientras más pronto comencemos la senda del autoconocimiento, más notorios serán los beneficios. En la adolescencia se forma la identidad y se pueden corregir creencias y percepciones erróneas. A partir de la confianza y la empatía se construye el vínculo entre el paciente y el terapeuta, el cual será clave para que aquel construya su propia identidad.